Voy a pescar porque deseo paz de espíritu y amo la soledad buscada. Porque me encanta pasear por el río y me complace el rumor de la corriente rodeada de árboles viejos y animales salvajes. Porque la caña y el carrete de mosca me parecen un instrumento maravilloso como a un músico tocar con un Stradivarius. Porque cada día que veo salir el Sol desde mi ventana, pienso que será un día fantástico y una oportunidad única para vivir la naturaleza que siempre es espontánea, sencilla y humilde. Porque lanzar con una caña de mosca es un ejercicio muy divertido que me apasiona. Porque muchas veces detesto el mundo del hombre y las grandes ciudades, repletos de falsedad y engaños, envidias y odios, donde el dinero y el poder parecen lo más importante. Porque cada vez que salgo de pesca es una bendición y cada trucha capturada y devuelta al agua constituye un feliz acontecimiento. Porque puede que sea la última vez. Porque el río es como un ser vivo que me habla, al que amo profundamente, repleto de vida y de piedras milenarias. Porque a veces puedo ver mi alma reflejada en las cristalinas aguas del río.
En la naturaleza puedo ver, oler y escuchar. Puedo sentir en lo más profundo de mi corazón. Es un continuo adiestramiento de todos mis sentidos. No hay día en que no aprenda una cosa nueva. El río cada día me muestra el largo camino de la humildad y las truchas ponen a prueba mi paciencia.
Mientras pesco, a menudo pienso en todas aquellas personas que me quieren y que amo. Recuerdo y extraño profundamente a todos aquellos que me han querido y han desaparecido. La bondad del ser humano es infinita, y el mal acaba allí, donde comienza de nuevo la bondad. En el río los problemas cotidianos desaparecen y una energía sublime llena y renueva mi espíritu.
Al final del día, en el crepúsculo, todo el entorno fluvial entra en una calma apacible, un silencio delicioso, en el momento que las aguas del río parecen desvanecerse en el ambiente. En estos momentos de romántica quietud es cuando pesco totalmente absorto en el misterio de las aguas con la esperanza de ver y clavar un gran pez. Todo es tenue y excelso, puedo sentir y percibir con absoluta claridad.
El río, los bosques y las montañas son el mundo más bello y animado que jamás he podido soñar.
Al final todo se resume en unas pocas palabras: la soledad buscada en la encantadora compañía de la naturaleza y la pasión de la pesca, liberan mi espíritu y llenan mi vida de bellísimas emociones.
~ Carles V.
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